31/3/07

19) 300


Elenco: Gerard Butler; Rodrigo Santoro
Dirección: Zack Snyder
Vista: 30-3-07
Ivangas: ****

Épica. Impactante visualmente. Magistral. ¡Qué huevos que tenían los espartanos, carajo! A los tipos desde que nacían los entrenaban para ser guerreros. Si eran muy chiquitos, deformes o enfermos los tiraban por un barranco a los pocos minutos de haber visto la luz del mundo. Un mundo bastante despiadado en el que solamente los más fuertes sobrevivían. A los ocho o nueve años los mandaban al bosque a hacerse hombres. Si después de algunos años viviendo en el monte (sin pantalones, buzos ni championes) volvían vivos, esto quería decir que servían para la guerra.

A las mujeres no les iba demasiado mejor. Las más lindas eran condenadas a ser oráculos y vivían en un lugar donde unos viejos leprosos les lamían el cuerpo con sus asquerosas lenguas, en el mejor de los casos.

En este ambiente se crió Leónidas, el protagonista de la historia. De paso cabe agregar que cuando volvió de su entrenamiento en el bosque fue coronado rey de Esparta. Un detalle nada menor para ser el mejor soldado de Esparta.

A los persas no se les ocurre mejor idea que invadir Grecia. Esparta está en Grecia y les quedaba de camino en su vorágine conquistadora. El tema es que para entrar a Esparta había que entrar por un pequeño pasaje de no más de cincuenta metros que está entre dos montañas. Del otro lado está la playa, pero los espartanos hicieron un lindo murito de piedra y cuerpos de enemigos intercalados. Muy prolijito les quedó. Había que pasar por ese pasaje si o si. Aunque ahora que lo pienso bien, no se porque no desembarcaron un poco más adelante y se ahorraban el difícil trance de marchar por ahí. Hay que destacar que los persas tenían un millón de soldados, morocho más morocho menos. Los espartanos liderados por Leónidas eran exactamente trescientos más él y seiscientas pelotas como las de un toro. Con sus capitas rojas, se plantaron en el pasadizo y esperaron a los persas, que así como iban viniendo iban siendo despedazados poquito a poco.

El soberbio rey persa se llamaba Jerjes, un gigantón de casi tres metros de altura y voz de locutor de Gran Hermano. Muy ambiguo en su forma de vestir, no se sabe si es un rey o un travesti con guita. Obliga a arrodillarse ante él a todos los reyes de los pueblos que conquista. Quiso hacerlo con Leónidas. “¿Qué querés?” le dijo Leónidas. “¡Arrancá como una moto!” (no recuerdo exactamente el diálogo). Lo que si recuerdo es la calentura que se agarró el Jerjes. Le mandó a lo mejorcito de su ejército para que los hicieran concha. Ni así pudieron con Leónidas y sus muchachos que no dejaban títere-persa con cabeza, literalmente.

Hasta taparon el cielo con cientos de miles de flechas que no dejaban ver el sol. “¡Escudito!” gritó Leonidas y a otra cosa. Mientras tanto en Esparta le querían mejicanear (o se dice “espartanear”) a la reina. Un traidor que estaba comprado por los persas y qué influenciaba a la Junta Local para que no le mandaran refuerzos al Leo. Otro traidor, muy parecido a Cuasimodo el muchacho, le reveló a Jerjes un pasaje secreto por el cual podía sorprender a los espartanos y agarrarlos desprevenidos. El resto es historia.

No hay comentarios:

Google